Yungay
La torre de la iglesia
Por Fortunato Mendez Melgarejo.
Cuando ya estaba cursando el tercer año de educación secundaria en el Colegio Nacional Santa Inés de Yungay, mi vecino y mejor amigo desde que eramos bebes llamado «TIMU», me invitó a visitar el local de la Iglesia, pero no precisamente para ir al catecismo, ni a oír misa, ó a escuchar algunas charlas de orientación que casi nunca faltaban.
Dicha invitación, que tenia un fondo «aventurero», me emocionó sobremanera porque añadiría una experiencia más a mi formación personal, pensando lógicamente que si todo iba bien, de seguro reforzaría mis decisiones futuras, expectativa que también le hice saber a mi amigo, quien, no obstante tener igual edad que yo, era un gran palomilla que tenía «experiencia en travesuras de colegial», los que ya formaban parte de su personalidad.
El «Timu» siempre tenia sus propios planes como: Ir a nadar a la quebrada, ó ir a divertirse al tanque donde se captaba el agua para alimentar a la pequeña central hidroeléctrica que abastecía de electricidad a la ciudad, ó a pescar truchas con el «llucu» (que es una red en forma de embudo sin salida, cuyo marco de entrada circular es reforzada con tallos de membrillo), ó «visitar» huertas ajenas para sacar las mejores frutas, entre otros pasajes que me los iba relatando mientras caminábamos, ufanándose e interesándome a la vez de que «ya tenia en mente otras aventuras en el futuro», como tratando de influir para que siempre estuviera pendiente a sus propuestas.
Ya en plena Plaza de Armas, al frente del Edificio parroquial materia de nuestra visita, se unieron varios amigos más: El Chino, el Osito, el Willy, el Boliche y Mando, quienes por la cara que tenían también estaban ávidos por hacer algo nuevo, y habían salido de sus hogares con el mismo pretexto, pero a diferencia de nosotros, ellos si estaban matriculados y asistían regularmente al templo.
Del «Chino» se sabia que procedía de padres comerciantes, los que, igual que los nuestros, profesaban la religión católica. Este tenía como hobby ¿ ó se diría vicio?, ir todas las noches al cine, y por las «exigencias» que le hacíamos se daba el lujo de invitarnos las entradas, ya se deduce de donde procedían los fondos. Con el correr del tiempo, su familia adquirió un potente radio receptor que era raro ver en esa época por lo caro que costaba, por lo que mi ilustre amigo estaba al día tanto en las noticias como con la música que se captaban nítidamente, lo que le permitía estar con lo último de la novedades del país y el extranjero, dando así la nota saltante en el salón de clases.
El «Boliche», a quien otros lo conocían cariñosamente como «barrilito» por lo bajito y gordito, era un deportista consumado que practicaba el fútbol «sin arrugarse ante nada ni nadie» motivo por el que lo llamaron, a temprana edad, para conformar el seleccionado del colegio. Si mal no recuerdo era hijo de joyeros y de hermanos profesores, uno de los cuales ( llamado Luis) se lo llevó finalmente a vivir a los Estados Unidos.
«El osito» no obstante ser bajito y flaco, era pícaro y habilidoso para el fútbol, pues dominaba la redonda como Dios manda; curiosamente no sobresalió en éste deporte sino en otro tipo de «deporte» como la pesca y la caza en los que se caracterizaba por capturar buenos ejemplares; destacaba sobre todo en la «pesca» de lindas Chicas, lo que a veces espiábamos para salir de las dudas, comprobando que era rarísima la «paloma» que se le escapaba de las manos, cuando se proponía atraparla.
«El Willy», hijo y nieto de dos destacados profesores, era flaco, de mediana estatura, de mucho jale con las chicas guapas a quienes las impresionaba por su sencillez e inteligencia y también por ser un buen amigo y de buen comportamiento.
Esta vez también se nos coló el flaco «Mando»(*), a quien le llevaríamos unos dos años de edad, más al contrario él nos ganaba en tamaño; éste procedía de una familia muy tradicional siendo su mamá y hermanos personas muy compresivas, pero a su papá le teníamos un miedo terrible porque no le gustaban las palomilladas ya que argumentaba que eran propias de gentes ociosas. En el amplio hall de su casa Hotel llamado «El Comercio», considerado el más hermoso alojamiento de la ciudad, practicábamos fulbito y en ratos de descanso jugábamos a la «canasta» con sus naipes españoles, en cualquier lugar del amplio hotel, es decir en el patio, traspatio, cocina o en algún cuarto del hotel; y, tan buena era su mamá que cuando ya tocaba la hora de tomar alimentos, ella solícita nos traía la comida con su respectivo mate, los que luego de dar cuenta, seguíamos con nuestro entretenimiento.
Pero, había en el grupo un amigo muy particular llamado «Timu » (**), a la sazón mi anfitrión, en torno al cual siempre nos reuníamos. Este personaje vestía elegantemente y con lo último de la moda quizás porque su hermana era modista; calzaba zapatos tipo guante y hacía ademanes de que hasta podía llevarlos en el bolsillo, ensalzando a su tío Ulda quien era zapatero y a el mismo que ya aprendía dicho oficio; por su corte de pelo a lo Elvis Presley y su caminar cadencioso, aparentaba una delicadeza que no tenía, ya que era su costumbre liarse a trompadas, y caso raro, habiendo perdido la pelea algunas veces siempre se iba en hombros de sus compañeros; en otras ocasiones se zambullía en el agua helada de la piscina municipal demostrando a propios y extraños que sabía nadar varios estilos «estilachos» como diríamos entonces.
Y Bueno, .. ya estábamos juntos para una nueva aventura y lo que había que hacer en la Iglesia Matriz era tocar las campanas ubicadas en la Torre, encargo que ya días antes lo recibió Timu del Padre Flavio, para entonces el Párroco del pueblo.
Tal Torre era una esbelta y hermosa construcción de material noble, y se elevaba elegante a un costado de la antigua Iglesia matriz construida por los padres Dominicos en el siglo XVI, llamada «Santo Domingo de Guzmán», estando las susodichas campanas a la altura aproximada de unos treinta metros sobre el piso. Ahora bien, como las escaleras brillaban por su ausencia, había que trepar por pasadizos y apoyos improvisados, a los que teníamos que aferrarnos para continuar avanzando; sería por ello que no se enviaba a personas mayores ni de gran peso sino a muchachos ágiles, motivo por el que se llenaban de orgullo los escogidos de ser los campaneros del «cura», lo cual obviamente traía sus ventajas, pero que no es del caso anotar aquí.
Era emocionante como aquel día avanzamos hacia nuestro objetivo, lo hacíamos en fila, siendo yo el que marchaba a la zaga, tal vez por ser el más pequeño del grupo lo cual me desalentaba y continuamente venía sopesando si continuar ó no con la aventura; pero más influía el orgullo que tenia, por lo que haciendo un esfuerzo extremado llegué a duras penas a la explanada superior que estimo sería la azotea de toda la Iglesia. Cuando me asomé, ya los amigos se encaramaban sobre un murete de un metro y medio de altura para tirar, en vaivén de las sogas que colgaban de las bolas de acero que estaban al centro de las Campanas; motivo por el que con el «guía» Timu nos internamos por los vericuetos de la azotea en construcción, en plan de descubrimiento.
En la azotea me encaminé hacia un lugar sumamente plano, de forma circular, habría avanzado unos cuatro metros cuando dí la vuelta para cerciorarme si «Timu» me acompañaba; siendo grande mi sorpresa, pues éste no había dado ni un paso, más al contrario, estaba sentado, pálido y totalmente desencajado y haciéndome señas trataba de decirme algo; luego de preguntar lo que pasaba, agucé los oídos para escuchar muy débilmente un ruego: que me agarrara fuertemente de las vigas de madera que estaban sobre mi cabeza, lo que por un acto reflejo y sin comprender porqué, le obedecí; seguidamente me manifestó que sin soltar las vigas para nada, saliera del lugar lentamente; hecho tal cosa y no bien pisé los límites del círculo, sentí un fuerte abrazo y lloroso me explicó lo que estaba a punto de suceder; y lo que escuché, pude deducir y constaté, me dejó totalmente perplejo, por lo que me senté un rato a descansar y recuperar el aliento, hasta que nos llamaron los demás amigos que ya habían culminado su labor de «campaneros» para acompañarnos en el descenso y, manifestar al Padre que la misión había sido cumplida, recibiendo el consabido: «Vayan con Dios». Seguidamente nos dirigimos a las bancas de la Plaza de Armas a intercambiar experiencias narrando primero los amigos, y al final tenia que hacerlo yo, aunque pasara vergüenza: Sucede que el círculo de la azotea (Cupula del templo) por donde caminaba era de color tierra, pareciendo un tanto sólido a mis ojos y contextura, por lo que pisándolo me interné más y más con toda confianza; resultando, horror de horrores, que la superficie de mi tránsito no era más que un simple cartón recientemente pintado; de haber llevado algún peso adicional ó permanecido más tiempo en aquél lugar, el hundimiento de dicho «piso» era inminente, con la consiguiente caída encima del altar de la Iglesia, que por ser Domingo y la hora en que empezaba la misa mayor estaba atestada de pobladores tanto del ámbito urbano como rural; pero quizás, la peor parte la hubiera llevado yo, no animándome a pensar en el daño físico que sufriría, ni en el pánico que se habría suscitado entre los asistentes al acto litúrgico, pues muchas veces el susto acarrea más problemas que el hecho mismo, amén de la distorsión de la noticia a esparcirse con sus «adornos» e imaginación popular.
Ahora que ya estoy frisando por el medio siglo de edad, recuerdo aquella mañana en la que me rondó la muerte, como en otras oportunidades, lo que ha afianzado en mi el dicho popular «No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy, con buen humor y con el máximo esfuerzo, porque la vida solo pende de un hilo«.
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Notas:
(*) Tres años después, el flaco Mando se ahogó en el verano en la playa «León Dormido» ubicada en la costa sur del país, al haberle arrastrado unas olas gigantescas al fondo del mar. Viajé desde Lima para su velatorio que tuvo lugar en mi ciudad, cada uno de los amigos acudimos apesadumbrados con nuestros familiares a dar el pésame respectivo, y, fué también la única vez que su padre nos estrechó las manos y nos abrazó, porque quizás vió en nosotros algo de la alegría de su hijo, derramando lágrimas que yo creía que hombres tan duros como él no poseían.
La desaparición tan temprana de Mando me afectó profundamente, los días posteriores a su entierro, cada noche me acostaba pensando en la terrible muerte y en pleno sueño me despertaba abruptamente víctima de pesadillas absurdas y fantasiosas; al respecto hay una que, cada vez que recuerdo, me da escalofríos ya que se trataba de mi propio velatorio y luego el cortejo fúnebre que acompañaba a mi féretro, pero yo estaba vivo solo que fuerzas extrañas impedían que me movilizara, estaba consciente de lo que sucedía a mi alrededor, tampoco podía gritar ni hacer seña alguna para impedir el entierro, logrando despertar sudoroso y jadeante cuando ya metían el féretro al nicho del cementerio; de seguro pensaba que una vez adentro y a solas, nadie me auxiliaría e irremediablemente moriría asfixiado, pues aparte de asegurar el cajón mortuorio con clavos, al nicho lo tapiaban con una mezcla de yeso y cemento. Dicen que el tiempo ayuda a olvidar, pero Mando y todos los paisanos fallecidos siempre estarán en un rincón de nuestra memoria.
(**) Debo reconocer que a Timu debo la vida , pues en otra oportunidad estando yo caminando al filo de la piscina, un amigo como quien juega me empujó al agua; cual sería su sorpresa al constatar que yo no sabía nadar ( ni tampoco él), por lo que al hacer intentos desesperados por salir, cada vez me hundía más sin remedio, hasta que alguien me jaló de los cabellos prácticamente arrastrándome hacia la escalera de salida. El ángel salvador fué Timu quien providencialmente llegó, y después del «rescate» nos llamó fuertemente la atención por hacer bromas pesadas y porque nosotros no poníamos el empeño necesario para aprender a nadar; por ésta lección que nos dió, considerábamos que ya se estaba convirtiendo en todo un personaje de leyenda. Lo positivo fue que con este suceso aprendi a nadar más rapido.
Personajes de ésta anécdota:
Timu ……………Timoteo Rodríguez ( Fallecido 31.05.70)
Chino……………Sergio Ramírez ( Vive el Lima)
Boliche………….Jaime Giraldo ( Vive en USA)
Osito……………Ernesto Osorio ( Vive en Cusco)
Willy ………………………………..William Tamayo (Vive en Lima)
Mando……………Armando Figueroa ( Fallecido en marzo de 1966)
Ulda……………..Uldarico Mejia ( Fallecido en 1999)