Yungay
La Tierra de los desaparecidos
Mirenn se había despertado mas temprano que nunca para ir por el pan cuando las calles aún estaban vacías. Una decoración simultanéa decoraba toda la falda de la plaza a medida de que se venía una tarde estelar con toda su galeza. Como últimamente dio dos saltos al borde del mundito que había sido pintado por primera vez dias antes en la senda. Se entretuvo con el engalanamiento de figuras hechas de papel lustre y que colgaban a lo largo de toda la calzada. Llegó a la panadería demasiado temprano y los cerros aún no se mostraban con claridad por el archipielago andino. Dio dos tandos a la cerradura de fierro para ver si alguien respondía, pero al momento prefirió aguantar hasta ver señales de apertura.
Sayra Ayar por aquel momento mientras dividía la masa de trigo con sus dedos, andaba distraida en una plegaria pidiendo que todo saliera bien aquella tarde. Estaba preocupada por haber dormido mas de lo habitual y trataba de recuperar el tiempo antes de que su Padre despertara. Su eterna labor era la panadería, desde muy temprano por la mañana hasta que cayera el anochecer, sin embargo aquel día sabía bien que sería el último, al menos como soltera. La noche anterior y al igual que las últimas semanas desde que su padre le accedió el permiso para casarse, transitaba en un venaje de lisonjas y por esto en las noches demoraba cada ves mas y mas al despedir a su prometido en la ambiguedad de la medianoche. Aquella madrugada fue la mas tardina y por esto le fue dificil despertar tres horas después, para hornear el pan antes de abrir la tienda.
La tarde anterior Benito Huyhua el mecánico mas jovén del lado sur de la ciudad, andaba en un mar de sudor cuando vio que pronto era la hora del almuerzo y se holgaba desde hace varios días, mas por el mundial de fútbol, que pronto se iniciaba, que por su propia boda.
Siempre se caracterizó por ser poco aficionado a los artificios venideros, era muy poco romántico y consideraba toda ceremonia pública como algo bastante turbio. De todas maneras por el compromiso pactado con la familia Ayar, queria cumplir lo acordado, pero anhelaba que el formalismo fuera suspendido los mas pronto posible para dar inicio con lo demás que si tenía sentido para él, el agasajo y la celebración.
Sayra y Benito eran de familias carentes y de trabajos austeros indigentes. Mientras Sayra andaba metida en la panadería, Benito por su parte siempre tenía suficiente trabajo en el taller donde trabajaba junto con otros cinco-seis mecánicos. Se conocieron en una fiesta popular durante un baile consuetudinario y hablando poco. Ambos se gustaron de manera instantanea y para ella el gusto fue mayor cuando Benito le manifestó que desde hace varios meses venía buscando el modo de hablarle. En el momento que se atrevió a decirle esto le comieron los hincones en el pelo y casi no pudo hablar mas. Sayra se quedó en silencio por un momento siguiendo muy concentrada con la pieza de baile, y justo antes de que terminara, le dejó muy esclarecido de que había sido un encanto hablar con él y que nunca mas dudara en hablarle cuando vaya por la panedería. Desde entonces no solo iva para comprar pan, sino también caramelos o bombobes y todo lo que se le ocurría en el momento. Sayra encantada por el gesto no dudó mas en salir con él y en aquel mismo día iniciaron una relación estable, pero a escondidas. El día que Sayra le hizo saber a su padre sobre su novio fue el mismo día que le anunció sobre la idea de casarse. Tardó muchos dias en convencerlo, pero al final su padre tuvo que ceder viendo la favorable intervención de la familia Huyhua. Benito nunca quiso casarse por iglesia, sin embargo para amansar la terrible idea que su futuro hierno tenía sobre él, aceptó sin mas condiciones. Hicieron la solicitud pidiendo apartar el mas próximo de los domingos. La respuesta de uno de los sacristanes fue casi de inmediato, que la iglesia estaba copado en adelante hasta el 31 de mayo. Hicieron la reservación.
Mauricio Amador de Vela había llegado a la ciudad junto con su padre, Don Diego, para realizar un proyecto de fotografía panorámica. Alerta y contagiado por la pasión de su padre y por su afición a los colores y a la compostura pigmentada de sus tomas. tuvo en la mente desde su llegada, que Yungay marcaría algo especial en su trabajo, al ver la fabulosa arquitectura y la atracción de decorados pintorescos de las calles. Tenía 20 años, pero a su corta edad conocía de memoria los mas señeros trucos de su padre, era intrépido y aprendía a raudos el oleaje corto que se le iva desapareciendo, volviendose perito en todo ámbito del microfilme, donde su estilo reposaba en la mezcla de un cuadro descriptivo e impresionismo abierto. Desde muy jovén tuvo interés por las montañas y su afilez por fotografiar las costumbres andinas no solo marcaba el seguimiento de Don Diego, sino que por primera vez sería él quien iva a dirigir todo el bosquejo. Su padre únicamente viajaba para orientarlo, temía como siempre a la altura, y fue él quien sugirió Yungay para dar comienzo a la carrera de su hijo. Tres días antes de viajar conversaban sobre los lugares por visitar y al caer en la cuenta que Yungay no solo era una ciudad que estaba en su mejor florecimiento, sino que tambien se encontraba al vallado a pies del Huascarán, pensaron que no había mejor idea para dar inicio a una exploración de dos caras. Don Diego como fiel admirador de la Cordillera Andina, subrayó además que este sería su última visita por la sierra.
Tamaya Chepán tendía la ropa recién lavada en el angosto patio de su casa, mientras por ratos controlaba el tallo de la sopa que cocinaba para sus tios. Era huerfana desde niña y nunca había salido lejos de la bracera de los montes, su vida siempre fúe vigilada por una serranía de picos que amortillaban cada uno de sus pensamientos inusitados. Además de adorar las cábalas del viento y las nubes empalizadas, era benéfica y sencilla en la poz de su inquieta mente novelera. Tenía la tez trigueña y los ojos pardos como un halcón mohíno. En la ciudad la conocián por ser cuidadosa con los niños y por dedicar su vida al servicio de la enseñanza estatal a cambio de trigo, soya y harina. Ella misma tenía que aprender cada cosa antes de enseñarla, sin embargo manejaba bien el dominio de examinar cada evento hasta poder manejarlo a su antojo y corresponder con su tarea de maestra. Por este hábito aprovechaba en mantener la educación de los niños pobres en pie, organizaba y dirigía cada suceso e imprevisto como si lo conociera de antes dando pundonor a su nombre que significaba centralizadora. Últimamente andaba perdida pensando mucho en el matrimonio, ya que solo se hablaba de eso por todo el pueblo. Estaba con muchas dudas, ya que se encontraba en la inocente disyuntiva de no saber a cuál de las dos nupcias asistir. Era amiga de ambas novias y a pesar de que sabia que aún tenía una semana para decidirse, ella queria buscar la forma de serle devota a las dos. Pero sabía que eso sería imposible, pues por tradición un invitado nunca abandonaba ni la reunión, ni el lugar hasta que lo principal haya sido dado por terminado. Mientras pensaba en esto lo vio pasar mientras aun recogía los últimos recipientes de la corraliza y al ver que se trataba de alguien desconocido, hizo un seguimiento parcial, pero cauteloso mirando hacia donde encauzaba. Mauricio pudo notar aquellos vistazos y al no mas poder evitar su curiosidad volteó de manera brusca e indiscreta y se encontró con un semblante delicado y seráfico. La inspeccionó como si fuera una imagen delatada, se acercó de improvizo y le preguntó con su asento italocriollo, que donde era que podián ubicar la pensión Juarez.
Luis Wayna estaba terminado la última contabilidad de la semana mientras esperaba su traje de lino. Su famila siempre anticipada a todo ya casi tenía resuelto los pormenores con referente a los parámetros de su boda. Su padre era un revolucionario de oposición al gobierno actual, extremadamente izquierdista y simpatizante del socialimo radical.
Nayra Manta era una mujer pasiva de poco estruendo, ojos grandes y muy parecida a las modelos mas exóticas del folclore local. Su padre era el opositor principal de las ideas de los Wayna, y por esto tardó mucho en aceptar la unión entre su hija y el hijo de su mayor rival.
Luis y Nayra se conocieron desde el colegio, compartián la misma edad y siempre rivalizaban en todo cuanto a asuntos familiares se trataba. Nayra provenía de una familia modesta recién salidos de la peste de la bancarota y que trataban de ocultar su ruina con aparencias seculares.
No por el contrario asistián siempre a misa y mantenián un régimen intacto a cercanía del entorno social, tratando con esto de camuflar el apellido burgues detrás de actividades religiosas. Los Wayna muy por el contrario sumergián sus espacios en rieles de fianzas por todos los pueblos y extraián dinero de todas partes, sobre todo de los negocios ganaderos. Hacián préstamos, invertián, trataban con los bancos mas productivos de Huaraz y alistaban micro crédito en todo lugar donde miraban fortuna. Luis, el hijo mayor se encarcaba de la administración y llevaba el orden de las cifras bancarias y de las cuentas de ahorros. Solía pasar gran tiempo en la oficina de su casa cada fin de semana haciendo un balance minucioso sobre los últimos movimientos.
Los preparativos empezaron dos semanas antes de la boda y con la aceptación neutral dada por los Manta. La misa que acreditaría la unión entre Luis y Nayra sería en la iglesia cerca a la plaza, el mismo día y casi a la misma hora que comenzaba el mundial de fútbol en la ciudad de Mexico. Para esto habián empezado a decorar gran parte de la ciudad con fines, según los Wayna, de que la boda sea la mas brillante y esplendorosa en la historia de Yungay, no solo porque se trataba de uno de las familias mas ricas de la provincial, sino que además la historia vivida por los jóvenes novios, era como si se tratase el final de una novela de Shakespeare, pero con un desenlaze feliz. El casamiento fue fijado para la misma fecha que Benito y Sayra habián reservado meses antes. El error se habiá dado por primera vez y por la ausencia del Padre Gutierrez durante varios días por motivos de salud. A su vuelta el sacerdote hizo el trato con los Manta sobre llevar a cabo el matrimonio en la iglesia y traspasar la boda de Benito para otra fecha. Sayra temiendo algún cambio brutal de su padre insistió en una apelación por haber sido ellos quienes hicieron la solicitud primero. El padre Gutierrez sin mas remedio tuvo que responder a la reclamación e incluso tuvo que tomar el caso en la asamblea de los martes, por la insistencia de ambas familias. Al final la decisión del comité eclesiástico fue muy clara, Luis y Nayra se casaríán en la iglesia central, Benito y Sayra a la misma hora en la capilla pequeña de la Virgen del Rosario. La idea de casarse un domingo a la hora sagrada de las 2 de la tarde provenía de un monasterio limeño, que se dedicó a inculcar y a distribuir estas enseñanzas por medio de la iglesia y a lo largo de todos los pueblos y ciudades entre Ancash y Huánuco.
Mauricio y Tamaya se encontraron nuevamente al día siguiente a espaldas de la plaza de armas, sonrientes y con mucha afinidad para dar inicio a un verbo compartido. Mauricio terminaba de hacer sus últimas tomas de la ciuadad con vistas al Huandoy, practicanco su arte antes de iniciar su verdadera apetencia. Al empacar la invitó por una bebida y sugirió buscar sombra ya que el sol quemaba demasiado para su endeble piel. Tamaya reía despues de cada sentencia dicha por él, y muy atenta a su deseo trataba de complacer cada una de sus necesidades. Ella le preguntaba sobre la capital, sobre el mundo exterior, la tecnología y mas aún sobre su ciudad natal. Como ella iva sabiendo Mauricio había nacido en Milano cuando su padre, enamorado de una italiana, cantante de blues, y azotado por los golpes de la vida, terminó viviendo por una larga temporada en el norte de Italia en una ciudad cerca a los alpes llamada Bernina. Don Diego deseoso por radicar en Lima, después de fallecida su mujer encontró el mejor mótivo para isolarse definitivamente de Europa,y regresar a Perú junto con su hijo. Tamaya conoció gran parte de la vida de Mauricio en menos de una hora, pero ocultaba la suya. Poco interesante le parecía empezar a narrar sobre sus quehaceres diarios o sobre sus padres que nunca conoció. Mauricio entendió los códigos sobre no preguntar mas, al ser evadido con preguntas ligeras. Entonces Tamaya se fue no sin antes prometerle que volverián a verse.
Desde entonces se inició un torrente de conmoción entre ambos, no solo porque él la pensaba como si fuera una prenda escoltada por requiebros añorados, sino porque ella también en su lecho lo imaginaba con su asento no identificado y la barbilla jalada meciendose en toda clase de sueños. Tamaya fue muy clara en sus sentimientos por lo que la tercera ves que lo vio le obsequió un pedazo de pastel de choclo que ella misma le había preparado. Esto significaba mucho en las bases románticas Yungainas, pero él no lo entendió. Por su parte él a su manera quiso demostrar su fascinación por ella pidiendo retratarla. Empezaron con las fotos en la cuarta oportunidad, Tamaya llevaba un vestido extenuado de cuerdas color gris y por momentos se sintió poco avergonzada al ver que los ojos azules de Mauricio solo se fijaban en ella. La quinta ves que se vieron fue algo fugaz y solo para advertir ciertas preocupaciones que ya se andaban hablando. Los Tíos de Tamaya habián empezado a interrogar y Mauricio había tenido algunas diferencias con su padre acerca de no dedicar su tiempo en cosas innecesarias. Llegaron al acuerdo de verse por la noche, sin embargo ella nunca pudo asegurar si lograría escabullirse en el intento.
Era la primera vez que se escapaba, corría con el corazón en la boca envuelta por el miedo, pero mas podia su valor por encontrarlo. Al verlo aun de lejos, esperandola en la rúa acordada, aceleró su paso escondiendose de las últimas luces que provenián de las casas. Mauricio de inmediato la recibió con un beso y la abrazó muy vigoroso, pero a la vez algo nervioso envuelto por el suspenso de hacer algo que nunca antes por nadie podria haber hecho. Siempre había sido timido con las mujeres, pero aquel día comprendió que hasta el encogimiento tenía sus límites en la contienda con el amor.
Al siguiente diá no hubo centimetro ni labor para no tenerse cerca. Se vieron nueve veces a lo largo de todo el jueves, citandose por todo cerco, paraje, rincón, aislamiento o recinto escondido. Lo imporante era estar juntos, asi sea por veinte, diez o cinco minutos. Fue entonces cuando Tamaya le hablo sobre las bodas, y él en un sonido sarcástico le dijo que mejor no asistiera a ninguna para que se quedara con él todo aquel día. Mauricio escalado por el entusiasmo de una flor viva, absorvía un enamoramiento extraño que casi ya lo estaba enloqueciendo. Tamaya por su parte ya estaba presa de aquella misma locura.
El viernes antes de las bodas amaneció en neblina, pero rápidamente con el despertar de un sol color naranja se empezó a remediar el hilo de la alegría y la humedad que acorralaba la ciudad desapareció. Para la hora del almuerzo Mauricio ya había tenido la oportunidad de dar dos paseos con su amada y al sentarse para comer con su padre poco le importaba que este estuviese enterado de todo. Su padre no quizo aparentar molesto, pero lo estaba y casi sin decir muchas palabras le hizo saber su opinión consisa sobre lo absurdo que le parecía un encaprichamiento tenaz que nada bueno le traería. Su apreciación concluía en un resultado tonto y hasta penoso sobre una chica pobre lastimada y echada al arrebato por un sello de deshonra. Después de hacerle saber su punto de vista le dio el aviso de que mejor era regresar a Lima el sabado por la tarde y que no era necesario obligarlo, ya que todo esto lo hacía para prevenir algo tenebroso y que estaba totalmente seguro de que por ser su hijo lo entendería.
Sin embargo Mauricio extasiado en un mundo exterior ya estaba cavilando el modo de como hacer todo lo posible para que su padre regresara solo. Terminó el almuerzo, hizo algunos comentarios sobre sus avanzes fotograficos y sin dar respuesta al supuesto retorno que su padre había sugerido, se fue de prisa para verse con ella.
El día sabado antes de partir a la estación Mauricio le hizo saber a su padre que aun no regresaría. Se sujeto en la plena idea de que su trabajo aun solo andaba en los comienzos, que el tratado de estadía era mas largo, y sin ser irrespetuoso le recordó sobre la adultez que ya poseía y que él y solo él sabía lo que hacía y que por lo tanto sería resposable de ello.
Lo acampaño a la estación mientras se iva produciendo entre ellos un sutil, pero a su vez duro altercado. Don Diego sin mas remedio antes de levantar su última maleta al colectivo le advirtió sobre cualquier estupidez que podria arruinar su vida. Le habló en metáforas limeñas para que nadie entendiera, acerca de mujeres arribistas que solo buscaban un mejor porvenir, dandole a entender que esto quiza fuera el caso de Tamaya. Le hablo sobre ella hasta el último momento antes de partir, pero Mauricio tan solo esperaba que su padre de una vez se regresara, para asi poder ir a buscarla..
La tarde del sabado y despues de la partida de Don Diego se armó con todo su esplendor con la decoración final de la ciudad por todos los aledaños. Una cinta gigante de color blanco atravezaba los lados laterales altos de la plaza. Los árboles de palmeras llevaban cintones rosados con amarretes de distintas figuras. El día estaba muy claro por lo que la gente aprovechaba el mirador memorioso intransferible. Los verdores brillaban mejor que nunca y todos se alistaban para comer en los comedores que ofrecián sus platos tipicos por ser un fin de semana especial: cuyes a la parrilla y charque con mote cocido.
Como era costumbre cada fin de mes se venián una serie de actividades de concursos y tómbolas que normalmente se ejecutaban los dias domingo, pero como la mayoría se encontraba en vispera de las bodas, se acordó trasladar casi todo para el sabado.
El billar estaba repleto aquella tarde, y cerca a la plaza las carreras en bicicleta para coger las cintas estaba de los mas acudido. Un rico olor a pan recién horneado brotaba por los aires y se impregnaba por todos los senderos. De igual forma todos los puestos de comida y quioscos se encontraban llenos de parentelas. Los bizcochos, cuayes y semitillos se vendián en conjunto con los quesos recién llegados de Chiquián y Huallanca o de otras haciendas de la cordillera Negra. El jamón por ser un producto muy cotizado, aquella tarde se despachaba en toda su dimension. Las ganas de la ciudad era espectacular y sumandose a este dinamismo no faltaban algunos gritos de los niños pidiendo a toda voz helados, alfajores, coquitos, alfeñiques o ranfañotes. En la plaza de armas en una de las bancas el cura repasaba los últimos toques para su sermón dominical y sobre todo trataba de añadirle mas poesía a su discurso matrimonial. No de lado dejaba de mirar su ostentosa catedral que avanzaba a ser una de las mas hermosas de la provincial, y nuevamente se convenció de que eso de hacer rifas y ginkanas para levantar fondos, había sido una idea muy notoria. El puente de Calicanto estaba enfaldado por parejas enamoradas, y soñadores despechados sellando promesas contra el olvido. En las esquinas los jóvenes solteros preparaban estrategias infantiles para conquistar bandadas de muchachas en pleno florecimiento. El atardecer parecía seguir el curso de la brisa surcando los melocotoneros, las plantas de jazmín, algodón y café. El teatro «Indio»estaba a punto de comenzar su programa, pues los parlantes ya habián empezado a hacer los llamados dando inicio a la venta de tiquetes para la obra de «Romeo y Julieta». Todo a su vez resultaba que el perímetro de la plaza de Armas rebosaba de un congestionado tramo de multitudes. A la salida del teatro muchos vieron la llegada de un grupo de la guardía civíl que hacía su ingreso a la ciudad con una banda de 4 presos empujando una camioneta que se había quedado sin combustible. El destino de los cautivos era Huaraz, pero por una desperfección del vehículo decidieron pasar la noche en Yungay para continuar con el viaje al día siguiente.
Por la noche y en las afueras de la ciudad Mauricio y Tamaya lograron enlazar una quimera mirando la esplanada de la cordillera a lo lejos. Sentados bajo la luz de los hados compartián una narcosis dificil de consumir. Ella reposaba en sus brazos sobre un manto de franela, él a su vez acariciaba su silueta con una ternura desconocida. Hablaron sobre Dios y sobre como podria haber tantas estrellas en el universo y que si el amor de cada pareja provenía de una de ellas. Mauricio encantado por los gestos de su dilecta tocaba su sonrisa con los dedos. Tamaya reía al mirarlo con la cabellera mustia y la barba árida por la sequedad de un clima nervudo.
Tamaya estaba segura de lo que hacía, respiró por un largo rato y luego le hizo saber sobre su inexperiencia. Mauricio muy calmado supo apreciar su doncellez y con mucho tacto le hablo sobre un augurio que la mantendría cerca a él pase lo que pase. Tamaya no hizo mas que creerle y terminó ahíta por una fruición desbocada. Se entregó mirando los cielos sueltos y por primera vez supo porque los poemas abrazaban términos sobre volar por esferas o tocar bóvedas infinitas. Juntos olvidaron el reloj por un largo rato y al recordarlo cayeron en la noción de que ya por poco daban las cinco. Regresaron entonando canciones de huaynos nativos para enamorados, y al circular por la plaza procuraron no ser vistos por nadie. Las calles estaban vacías y una larga decoración vestía toda la cerca. Distraidos por tanto adorno y justo cuando antes de despedirse una niña aun soñolienta apareció por en medio de la oscuridad.
Mirenn seguía esperando que dieran las seis para comprar el pan y poder regresar a casa. Justo antes de que abrieran la panadería, Lulu su mejor amiga, correspondiente a sus 9 años se acercó a ella llorando. Le suplicó en seguida para que la acompañara a su casa y mientras ivan de inmediato le contó vertiginosamente lo que había ocurrido. Sus padres habián salido al campo, dejandole al cuidado de su hermano menor, estaba calentando agua, cuando por un descuido de olvido momentaneo y por la inquietud del hermanito, la olla de fango se volcó de manera tan rápida que ella a penas pudo reaccionar. Su hermano recibió grandes chapuzones de agua hervida en los brazos y al verlo muerto de dolor lo echó en la cama con los brazos vendados por ropa y salió corriendo en busca de sus padres. Por el camino pensó que por esto sería castigada, por lo cuál prefirió mejor ir a casa de su tía. Al cruzar la plaza y al encontrarse con Mirenn tuvo una mejor idea, el de mandarla a ella en busqueda de sus padres.
Mirenn y Lulu, al llegar al lugar del accidente vieron al hermano casi inconciente por la aflicción gritando con un invisible silencio atónico. Mirenn sugirió buscar al médico de la ciudad, pero Lulu prefirió hacerlo ella misma y le pidio que mas bien ella fuera en busqueda de sus padres. Mirenn corrió lo mas que pudo hacia el campo atravezando callejones y corrales largos. Por aquel momento solo pensaba en buscar el modo menos dramático de contar lo sucedido, aunque solo entonces cayo en la cuenta de que no sabía exactamente como hacerlo.
Al llegar cuando ya eran las siete y quince estuvo taciturna y tendinosa, y no supo mas que decir que había pasado algo grave pidiendo de que vuelvan en seguida. Los padres volvieron inmediatamente y al ingresar a la vivienda se encontraron solo el médico quien iva tratando de consolar las heridas del pequeño. Mirenn vio que Lulu no estaba y al cabo de un tramo de tiempo decidió retirarse del problema. Indagó lugares buscando a su amiga y cuando se encontró frente a la panadería recordó que tenía que haber ido por el pan. Sayra había cerrado la panadería a las ocho en punto poniendo un letrero a mano que decía: “Cerramos temprano por mótivo de mi matrimonio”.
Mirenn regresó a casa y se encontró con dos padres enfurecidos y mas aun cuando supieron que no había comprado el pan. Sin embargo por primera vez no le preocuparon las recriminaciones, ni quizo dar explicación alguna. Simplemente a la primera ocasión que tuvo salió nuevamente en busqueda de Lulu. Le preocupaba no saber donde podia estar y empezó con una busqueda minusiosa por todos los laterales del centro de la ciudad. Los padres de Lulu por su parte sabián que ella podria pasar largas horas en los escombros de los cerros escondiendose para no ser castigada, por lo tanto no pensaron en su vuelta por un largo tiempo. No obstante Mirenn seguia buscandola por las vias mas perfiladas, en los aledaños del centro y en la periferia de los parques. Finalmente ya casi cuando media ciudad andaba vistiendose de gala y alistandose para los dos himeneos que se venían como una ola de entusiasmo, rememoró pasajes anteriores donde al fin pudo estar segura de saber donde encontrarla.
Don Román Arroyo, un agricultor amante de los animales y del fútbol, tenía dos hijos menores quienes desde temprano le ayudaban con los trabajos de la tierra. Ninguno de sus antepasados había tenido tiempo para dedicarse a la educación de sus crios, sin embargo los buenos principios, como decíán ellos, eran aprendidos en el mismisimo campo de brega. Don Román no conocía dias de descanso, para él los feriados o dias marcados eran iguales que todos, sin embargo en épocas del mundial de fútbol, la cosa era distinta, pues se escuchaba varios de los partidos por radio. Por lo tanto a medida de que se acercaba el día de la competición internacional, trabajaba aun mucho mas tratando de ganar tiempo con miras para poder escucharse mas duelos de fútbol.
Mirenn y Lulu se encontraron en la arteria de una loma olvidada. Lulu lloraba por lo ocurrido e inconsolable en su pena. Mirenn se sentó a su lado muda y sin saber que hacer. De pronto vio a lo lejos dos carpas estacionadas muy cerca a la curva de uno de los montículos.
Un circo había llegado a la ciudad de Yungay un día antes del domingo, trataron de no bajar a la multitud aun, en parte porque habían llegado muy tarde por la noche y en parte porque no querián ocasionar disturbio teniendo la experiencia de ocasionar una gran cuota de efusión en todos los niños de cada ciudad. Habián decidido hacer descansar a sus animales un par de dias, esperando también que pasara la marea de las bodas locales, cuando derrepente fueron descubiertos por dos niñas. Mirenn se acercó a una de las carpas tratando de ser interceptada, pero tardó mucho antes que alguien saliera de ella. Un hombre alto con mucho pelaje por el pecho y espalda salió dando palmadas emotivas. Se presentó con una soltura de domador infalible pidiendo el favor de que no revelaran el secreto de que el circo había llegado.
A las diez de la mañana montones de hombres rondeaban por las aristas fumando como locos por la espera incipiente de que llegara de una vez la hora del mundial. Las radios anunciaban en directo desde la ciudad de México una gran apertura ambientada con mucha música y los comentaristas disfrutaban haciendo palmas a la evoción que ya comenzaba. En la cárcel cerca a los últimos huertos de la ciudad, los presos que habián llegado el día anterior, reclamaban un desayuno tardío que nunca llegaba y que el volumen de la radio estuviese subido al máximo, para estar al tanto con los acontecimientos del fútbol.
A las diez y treinta Luis Wayna al ver que su traje aun no llegaba, fue para la cocina y conversó con la servidumbre dando las últimas indicaciones con respecto a la comida y la atención de los invitados. Por su lado Nayra quiso probarse el vestido de novia por última vez antes de usarlo rumbo a la iglesia. Observó que la cola sufría un desperfecto y por esto pidió asistencia de inmediato para solucionar el inconveniente.
A las once de la mañana Benito al fin pudo entrar en razón de que el día y la hora para casarse había llegado y de pronto con mas claridez pudo darse cuenta de que el fútbol ya no era lo mas importante en aquel momento. Pues en su estómago una corriente de escalofrios sacudián todo su interior y una manada de sentimientos conocidos escudaban otra clase de sentimientos que no conocía. Fue por un vaso de agua fría y dos aspirinas, y se preguntó por como la estaría pasando su prometida. Por esa hora Sayra terminaba de hacer los últimos bocaditos antes de irse a su cita con la peinadora. Bastante correosa trató de calmarse al ver que la hora se acercaba, sin embargo queria dejar todo listo al gusto de lo acordado, no solo para impresionar a su casi esposo, sino también porque queria hacer las cosas bien en su primer debut como organizadora.
A las doce y mientras alimentaba a sus dos gallinas en su patio, Tamaya recordó que la niña que había visto en la plaza muy temprano de mañana había sido Mirenn, una de sus alumnas. La reconoció por lo que sabía que esa era la hora de su mandado por el pan, sin embargo por primera vez no acudió a saludarla, mas bien dando la vuelta retrocedió para avanzar por otra vía, pero ella supo que Mirenn los había visto. Sonrió nuevamente al recordar todo de nuevo y armó la regadera movible preparando su ducha para antes de decidirse a cúal boda asistir.
Pasado el mediodía Mauricio ocupó la plaza con todo su equipamento y empezó a captar fotos de derivaciones en su busqueda por armar elementos que pudieran representar la ciudad. La plaza iva llenandose de gente que de alguna forma buscaba acomodarse un buen lugar antes de la función estelar. Estaba corrigiendo la altura de su cámara cuando vio a Mirenn aparecer por la rambla, sucia y con el pantalón apaisado. Le llamó la atención verla tan descuidada en la tez de una formalidad ocasional. Le hizo un gesto llamandola y ella se acercó con algo de merodeo. Mauricio le pidió fotografearla y ella sin entender de lo que se trataba aceptó abiertamente. Al terminar, Mauricio le puso en sus manos dos monedas de un sol de oro agradeciendole por las fotos. Mirenn siguió sin entender, pero agradeció recibiendo las monedas y salió aligerada escabullendose a lo lejos por detrás de los pasadizos mas concurrentes.
A las una de la tarde los presos recibieron una radio a pilas y un almuerzo esquisito como no habían recibido hace mas de veinte semanas. En las bolsas de plástico un papel enligado a uno de los tapers decía lo siguiente: “Que disfruten del almuerzo, de parte de Los Wayna.”
Don Román, quien vivía cerca a la prisión, en aquel semejante instante abrió una botella de vino que había guardado para aquel trance y no veía el momento de que se iniciara la primera contienda de naciones. Estaba pendiente a la radio enseñadole a sus dos hijos las reglas de cada juego profesional.
Sayra escondiendose de las multitudes, regresaba de la peluqueria con un manto sobre la cabeza para cubrir su peinado. Estaba mas hermosa que nunca y los silbidos de los vagos llegaban de todos lados. Al cruzar la última calle vió a Mauricio y a Tamaya conversando muy de cerca entre toneladas de caricias muy evidentes. Se apresuró para ingresar y por última vez se apresuró a su santuario para dejar sus concluyentes ruegos. Hablo con su virgensita y con los dos santos que la acompañaban pidiendo fortaleza y excelencia en todo lo que se aproximaba. Nayra por su lado terminaba la labor de calmar a su padre que aun protestaba a gran juicio el arquetipo de familia que eran los Wayna. Hizo sus últimos arreglos al vestido y ya esperaba que llegara la hora para dar inicio a su conyuntura.
A las una y treinta el centro de la ciudadela estaba saturado por todos sus costados. La espera del ingreso de los novios a la catedral estaba a miras de todos. A dos cuadras de la ocupación y cerca a la concubierta de una plazoleta las afueras de la capilla contaba con casi el mismo número de gente.
Mirenn había comprado un empaquetado con una de las monedas que recibió y se apresuraba entre la gente para hacerselo llegar a su amiga que aun se encontraba por los cerros. Tamaya aun envuelta en el encanto de Mauricio no terminaba por decidirse a que boda asistir. Se había vestido con un ajuar azul y llevaba el pelo recojido y adornado por dos prendas como una santa provincial. Al final decidió ver el ingreso de Nayra y despues la salida de Sayra, lo cúal le pareció lo mas justo.
A las dos de la tarde Luis y Benito se encontraban ya cada uno en su lugar, tapizados de nervios y con una mano en los bolsillos tratando de ocultar el tembloreo emocional. El cura en de la catedral corregía los últimos detalles de la asamblea y pronto mandó a dar las primeras campanadas.
Nayra fue la primera en llegar a su destino, esplendorosa y con una larga marcha de pajes y damas de honor. Hizo una sonrisa larga para los presentes y lentalente circuló hasta adaptarse bien en su lugar correspondiente. Sayra tardó algunos minutos para llegar a su connubio, ingresó sin hacer muchas reverencias, pero con las puras ganas de reunirse con su novio.
Las dos uniones tuvieron la misma duración y finalizaron casi a la misma hora marcada.
Eran las 3 de la tarde del domingo 31 de mayo de 1970. El partido de ignauración entre México y la Unión Soviética había comenzado y Don Román tenía puesta la radio a todo vólumen viviendo su propia fiesta. La celebración en toda la urbe era inmensa, ollas, potes y vasijas de comida y de tragos circulaban desde todos los comedores hacia los dos locales donde se venían ensalzando los festejos. Los discursos estaban en su apogeo y los flashes de Mauricio provenián de todos los ángulos. El bouquet de ambas esposas fueron lanzados y el elogió de todo el personal comenzó a flotar en toda su dimensión con lagrimas, conmosión y deseos grandes de felicidad.
A las 3:24 de la tarde un fuerte movimiento telúrico se desató en arenas de una festividad recién empezada. La tierra emprendió a moverse tan resistente que la mayoría se apresuró a salir como pudieran. Gritos y llantos surgieron abundando un impetuoso alboroto al ver la destrucción instantanea de muchas localías cercanas. Techos, paredes, franjas, estatuas, se partián tan de prisa con rajaduras por el enérgico impacto y estridencias de victimas se oián por todo rincón. Una detonación aumentó el griterío que no dejó de cesar durante el primer minuto de tragedia. El estruendo se calmó por algunos segundos mientras se escuchaba la radio que anunciaba en tono desesperado, que el terremoto había alcanzado los 6 grados en la escala de Richter. El sismo volvió a tomar lugar pero esta ves los zumbidos aumentaron en una dimensión incontrolable. Muchas moradas se desmoronaban en término de respiros y las pistas se despredieron como un cometa torcido tragandose lo que venía al paso. En seguida un estallido finalizó de a poco los estrépitos y lamentaciones. Aunque toda superficie temblaba sin dejar la amenaza de provocar cualquier estremecimiento tenaz siguiente. Y lo hubo y esta vez fue la peor sacudida aumentado la agitación casi inmovible de los habitantes. La convulsión se fue deteniendo y en la radio un nuevo aviso indicaba los 7.8 grados del seísmo.
Se trataron de ayudar unos a otros como podían aunque la ayuda para cada solicitante era mínima. El terremoto había desmantelado gran parte de la ciudad y heridos por todas partes agonizaban en su desgracia. El cuadrilatero de la plaza no fue del todo deshecha, por sus escombros abatidos aun conservaba su forma y su colorido, aunque empolvotado.
Se desbarataron casonas, y corrales quedarón aniquilados por completo, sin embargo los entornos de las localías donde se encontraba la aglomeración matrimonial estaba casi intacta.
Mirenn mirandolo todo desde arriba quizó bajar aun estando asustada, pero fue retenida por el domador del circo quien tenía el cuidado de aquellos quienes permanecían bajo su tutela en la cima de uno de los cerros. Mauricio trataba de ayudar cuanto podía, luchando con el peso de la dificultad en liberar a los mas atrapados. Benito protegía a su familia tratando de dirigirlos hacia un lugar seguro. Luis reforzaba a los suyos animando a todos con incentivos incesantes.
Don Román se desquitó de su escoria y se reincorporó en seguida abrumado y con una desesperación insólita. Sacó todo su dinero ahorrado, se puso la chaqueta y les dijo a sus hijos: -“Ponganse los zapatos y siganme de inmediato”. Cruzaron la plaza corriendo lo más rápido posible y casi al llegar a la entrada de la ciudad tomaron el primer transporte hacia cualquier dirección. Cameones y camionetas circulaban por todo paraje y una muchedumbre trataba de correr hacia dentro y hacia afuera de la ciudad en busqueda de los suyos.
En aquella misma prontitud la tierra hizo un último pequeño movimiento y con esto se calmó por completo. Por efectos un enorme pedazo de material congelado compuesto por rocas, barro y hielo se desprendió del nevado Huascarán y se apresuró cayendo verticalmente sobre pequeñas lagunas glaciares, los que luego se formaron en un alud invencible dispuesto a destrozar todo lo que apareciera en su desfiladero. Yungai se encontraba debajo esperando para ser una de sus pisadas en su ascenso y zancada. La sabana de lodo se alzó como un cañon fantasmal gigantesco haciendo una elevación erecta, ensubida y lista para dar inicio a su arrastrada. Como una ola brava empezó a descender hacia el valle a una velocidad imparable. Cuando los escollos, piedras y pedazos de hielo se aproximaban a Yungai la ciudad recién estaba levantandose de un golpe fatal. Nadie se esperaba de lo que se acercaba sin la mínima sospecha de que el terremoto solo había sido el nacimiento de una peor catástrofe.
Mirenn fue una de los primeros en mirar la onda monstruosa que se asemejaba arrasando de todo como una fatalidad indescriptible. Gritó pidiendo a que miraran hacia aquel lugar, y de pronto se desplazó para bajar hacia la ciudad. Nayra andaba preparando copas de aguardiente para calmar la euforia del personal, cuando se oyo un brumido desde lejos que despertó un terrorífico silencio en medio de la integridad. Cuando Mauricio alzó los ojos teniendo desde su lugar la mejor vista hacia el nevado, no pudo creer lo que iva suceder. Dando alarmantes advertencias buscó a Tamaya entre el gentío y tomandola del brazo empendraron a correr huyendo de un sonido espantoso que amenazaba con una infinita calamidad. Todos se sintieron acosados y todos trataron de fluir hacia una salida, todos recorrían buscando algún escondite, todos se ahuyentaan, todos muertos de pánico tanteando algún escondite, alguna guia, o el modo de salvarse.
El intento de escapatoria se convirtió en corridas inútiles dejando como única opción el llegar a la cima del cementerio hasta la altura de la efigie del Cristo Redentor. Mauricio y Tamaya calcularon que tenián menos de dos minutos para llegar hasta ahí, miraron al cielo por última vez, y al bajar la mirada vieron a Mirenn que venía en rumbo contrario a todo paso esquivandose por entre las grietas. Mauricio la abordó lo mejor que pudo y sin avisarle la aupó en el aire llevandosela consigo. Mirenn pataleba pidiendo soltura y envuelta en un llanto atormentado socorraba sus brazitos apuntando hacia el lugar donde vivián sus padres.
La avalancha de alud había cogido su máxima prolongación y estaba a un par de kilometros para golpear toda la ciudad. Para entonces todos se movilizaban hacia el cementerio en filas desalineadas y tratando de llegar a toda costa. Ancianos, niños, mujeres y adultos con la misma meta por alcanzar los brazos de un Cristo que esperaba en una posibilidad por rescatarlos. Los presos intentaron salir por una raja que se había producido en la pared producto del sísmo. El ruido era tan fuerte que nada podía desaparecerlo. Benito y Sayra se tomaron de la mano rendidos ante el miedo y cerrando los ojos para evitar ver lo que se venía.
Luis gritaba buscando a Nayra, pero ya no pudieron encontrarse ante tanta muchedumbre que circulaba por todos lados. Se rindió en su busqueda y en aquel momento sintió que la sombra de un manto estaba muy cercano a cubrir toda la inmensidad.
Mauricio, Tamaya y Mirenn llegaron a la cima del cementerio y buscaban la mejor ubicación en los altos para refugiarse. Pocas personas habián logrado llegar, pero muchos estaban a punto de acercarse a bordar la subidera. Mauricio mostró su interes en duda por volver a bajar para ayudar sobre todo a niños que confundidos no sabián como solventarse. Tamaya no quizó, pero al ver que Mirenn trataba de escaparse, simplemente atinó a darle un beso de suerte. Mauricio se precipitó dando saltos largos por las gradas y se acercó primeramente tratando de coleccionar niños a todo pulmón. Tamaya lo vio desde lo alto, valiente como una fiera convertida, con los ojos azules brillando entre tanta griseldad, lo vio impotente en su rescate, cuando de pronto un grupo de individuos de toda clase y edad atravezaron a toda corpulencia firme y potencia veloz la entrada del cementerio. Por esto lo perdió de vista por un momento y para cuando alcanzó verlo de nuevo, agotado y tratando de infiltrarse entre toda plebe, una imagen de negrura encarceló todo el lugar. Todo sucedió tan rápido que no hubo tiempo para nada. Apareció una mácula acompañado con un reventón tan enérgico que no era posible ni mirar ni oir lo que estaba sucediendo. Opacidades invadía cada rincón y el terror sumergió en la población entera. La umbría se convirtió en una sabana enfurecida que envolvía todo lo que se encontraba presente. Era inevitable huir porque el tiempo ya se había terminado y todo se volvió compacto uniendose tierra con todo lo que trajo el desastre.
No era el ruido arrasador ni los movimientos multilaterales, lo que le asustaba a Mirenn, era la oscuridad que apareció donde el día paso a ser noche en menos de 3 minutos.
La ciudad quedó oscurecida por un negro manto de polvo, los cerros dejarón de gritar y un silencio aterrador se hizo dueño de todo el espacio. La gente seguia envenenandose de polvo y en la altura de otro cerro Lulu y el circo entero observaban de todo en un estado atónito.
Los ricos y los pobres no pudieron evitar que se junten sus cuerpos mutilados. Aproximadamente 22.000 personas fallecieron instantáneamente cuando las rocas y el hielo cayeron sobre la ciudadela de Yungay..La figura del Cristo redentor seguiá esperando con los brazos abiertos a sus últimos pasajeros de perduración. 350 personas sobrevivieron colgandose, trepandose, encumbrandose, escalando o montadose sobre la estatua, entre ellos támbien Tamaya.
Dedicado a la ciudadela de Yungay-Campo Santo.
By Jostefhy Mahel