A tal profesor, tal honor

Yungay

A tal profesor, tal honor

    Dedicado a mi profesor de matemáticas Don Mauro Ampuero Rubio

                                                            por: Francisco Mendez Melgarejo

 Corría el año 1960, cuando asistía a clases de educación secundaria en el Colegio Santa Inés de Yungay, el curso de matemáticas se me hacía imposible, no entendía las clases que dictaba el profesor, pensaba que éste curso era para gente muy inteligente, y por consiguiente las notas que obtenía eran en rojo, es decir eran menos de 10 en una escala de 0 a 20.

¿Qué me sucedía?, ¿ Seria que el profesor era tan malo para enseñar o yo era tan bruto para no entender?. El Profesor del curso era un joven profesional que se había graduado con honores en la Universidad Enrique Guzmán y Valle (Conocida como La Cantuta), en Lima Perú, su nombre era Mauro Ampuero Rubio, quien estaba muy orgulloso de nosotros porque seriamos «su» primera promoción de estudiantes secundarios. Por mi parte, yo había desarrollado un rechazo hacia el curso tal vez porque mis amigos de grados superiores me decían que el curso era muy difícil o porque tal vez me era mas fácil irme a jugar fulbito en lugar de hacer las tareas.

Pasados varios meses, de pésimo rendimiento, el profesor Ampuero ya se había dado cuenta de quienes estábamos «bajetones» en notas, por lo que optó por acercarse a cada uno de nosotros para tratar de descubrir el problema que teníamos con relación curso de matemáticas y ver la manera de ayudarnos. Recuerdo que cuando conversó conmigo me dijo: «Pancho, ¿qué pasa contigo?» A lo que le respondí: ¡Profesor, el curso de matemática es muy difícil para mí, no entiendo sus clases!, A lo que él me respondió: ¡ Las matemáticas son lo más fácil, es solo cuestión de practicar!, Además me dijo que me notaba muy distraído en clase y que no debía olvidar el dicho popular: «El que atiende, entiende».

Las palabras del profesor me ayudaron a cambiar de actitud con relación al curso, comencé a  hacer mis tareas y traté de poner mayor atención al dictado de clases, con lo que remonté las pésimas calificaciones que había acumulado  y  obtuve nota aprobatoria en ese año escolar. En los años siguientes, comprobé que efectivamente el curso era fácil, a tal punto que en lugar de estudiarlo fuera de horas de clase, me reunía en las noches con mi amigo Eduardo “Walo” Mallqui para jugar ajedrez o para realizar otras palomilladas propias de mi edad.

En el año 1,962, al iniciar el cuarto año de educación secundaria, había que optar por las especialidades de «Ciencias» o “Letras” lo que constituyó, tal vez, la más importante decisión para mis cortos 16 años de vida. Después de haber escogido la rama de «Ciencias»,en la que se daba mayor énfasis a los cursos de Matemáticas y Ciencias Naturales, pude percibir con mayor nitidez la valía del profesor Ampuero, quien junto a otro brillante profesor llamado Jorge Vigil Cadenillas, nos absolvían las preguntas que formulábamos, tanto de aspectos académicos como de aspectos humanos. El Profesor Jorge Vigil, estaba especializado en los cursos de Biología y Ciencias Naturales, motivo por el que soñaba que alguno de sus alumnos orientara sus estudios superiores hacia las Ciencias de la Salud y la Vida, tales como la Medicina, Enfermería, Biología y Odontología.

Cuando iniciamos el 5to año de secundaria, el profesor Ampuero nos habló sobre el «Ingreso a la Universidad», el se daba cuenta de que con nuestros elementales conocimientos de matemáticas prácticamente no tendríamos oportunidad, si en algún momento, deseábamos postular a cualquier carrera de «Ciencias» en alguna Universidad de Lima, Trujillo o Arequipa. Como todo buen profesor él quería lo mejor para nosotros, por lo que nos comunicó que nos daría clases gratuitas de Matemáticas a nivel pre-universitario.

Las clases extras de matemáticas, se desarrollaron todos los fines de semana en la tarde, en forma obligatoria. Todos los sábados nos enfrascábamos en la teoría y solución de problemas que se habían planteado a los postulantes de la Universidad Nacional de Ingeniería y de la Pontificia Universidad Católica, cada semana se nos presentaba un mundo desconocido y poco a poco comenzamos a entender que había un divorcio muy grande entre lo que se enseñaba en la educación secundaria y lo que se exigía a los postulantes a la Universidad, lo que significaba que teníamos que estudiar mucho si queríamos nivelarnos y ser alguna vez profesionales universitarios.

Para los exámenes finales del curso de matemáticas, el profesor Ampuero nos había preparado una sorpresa, él quería saber cuánto habíamos asimilado de las clases sabatinas y que nos diéramos cuenta del verdadero nivel académico en que nos encontrábamos, por lo que él nos había preparado un examen final «tipo examen de admisión a la universidad». Para el examen nos autorizó llevar libros y cuadernos es decir todo elemento de consulta, solo estaba prohibido conversar entre los alumnos, luego, el examen se inició a las 8:30 AM bajo la discreta supervisión de los profesores Ampuero y Vigil y se prolongó hasta la 1:30 PM. Estábamos tan enfrascados tratando de solucionar de los problemas del examen que no nos dimos cuenta que las horas corrían hasta que escuchamos que el profesor Vigil dijo: «Mauro, los muchachos ya están cansados, creo que debemos concluir el examen». Habían pasado 5 horas en las que tratamos de resolver las interrogantes del examen, escudriñando «todo» lo que habíamos aprendido en la secundaria y en las clases de los sábados. Recuerdo que  al día siguiente me encontré con el profesor Ampuero en la Plaza de Armas de Yungay y le pregunté: ¿ Cómo había salido en el examen? y él me respondió » ¡Te felicito, tu  y dos más han aprobado, pero lo mas importante es que todos han puesto el empeño que esperaba!».

Cuando terminé la secundaria muchos familiares y amigos se acercaron a mi hogar para felicitar a mi madre y brindarle consejo acerca de mi futuro. Recuerdo particularmente la visita de las Profesoras Sra. Delia Cadillo Sotelo y Srta. Zenaida Espinoza Villón. La Sra. Delia me consideraba como a su segundo hijo porque yo era amigo  íntimo desde la infancia de su único hijo Pedro «Pico» Espinoza Cadillo, y la Srta. Zenaida era amiga de mi madre desde cuando estudiaban en la escuela primaria. Ambas profesoras, que me habían visto crecer desde niño, la aconsejaron  que lo mejor era dejarme marchar hacia Lima para construir mi propio destino.

Dentro del círculo familiar, el comportamiento ejemplar de mi abuelo Elías Melgarejo influyó en mis decisiones: Él era un triunfador, siempre había logrado conseguir lo que deseaba, hasta viajar en su juventud  a pie y en barco a muchos lugares del país y el extranjero, retornando luego a Yungay en 1,924, a los 24 años, solo para cumplir con un compromiso familiar pactado cuando era adolescente, debería casarse con Teófila Tamariz Gutierrez. Él no se cansaba de contarnos -a mis hermanos y a mí- sus «experiencias» avivando nuestra imaginación y nos repetía siempre  que nunca le fue mal porque con la fuerza de la «voluntad» se puede alcanzar lo imposible.

… Y como dicen la primeras letras del vals «El provinciano» del compositor Laureano Martinez: “Las locas ilusiones me sacaron de mi pueblo, abandoné mi casa para ver la capital. Como recuerdo el día feliz de mi partida, sin reparar en nada de mi pueblo me alejé…”, en Enero de 1964 viajé a Lima en busca de nuevos horizontes, y en el mismo ómnibus, también viajaba el Profesor Mauro Ampuero con quien departí acerca de variados temas durante casi 10 horas;  tocó el tema de mi futuro con  una  pregunta crucial: ¿ Que has decidido hacer en Lima?, yo le respondí que aún no sabía, que quería descubrir  mis posibilidades, y luego decidir, entonces él me dijo que en lo que hiciera -pequeñas o grandes cosas- la clave del triunfo estaba en » ¡Hacer lo que tengas que hacer, paso a paso, con cariño y dedicación, después el éxito será tu premio!».

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PD.

El Profesor Mauro Ampuero, falleció en el Sismo Alud el 31.05.1970

El Profesor Jorge Vigil, vive en Lima

Yungay dic.2001

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Prof. Mauro Ampuero Rubio

Por. Fausto Mayorga Lucar (*)

Maestro cantuteño, nació en Chachapoyas y llegó a Yungay (1960) apenas egresado de la Universidad a ejercer su profesión, en pocos años se llenó de prestigio profesional y se adaptó con mucho cariño a Yungay, desposó a una dama yungaina e hizo familia, deportista e institucionalista, fue Secretario General del CLUB UNIÓN ARTESANOS YUNGAY periodo 1964 – 1966, tiempo en el cual hubo muchos cambios en la sociedad yungaina adaptándose a los nuevos tiempos.

Mauro maestro y gran amigo vivirá siempre en el recuerdo de todos los que a su vera no solo aprendimos de sus clases de matemáticas, del deporte, sino también de su transparente y cariñosa amistad. Falleció el 31 de mayo de 1970 y el Perú perdió a un joven educador de gran promesa. Abrazos Maurito, el 14 de Setiembre brindaremos contigo hasta el cielo.

El profesor Ampuero era parte de ese gran staff de profesores de la administración del Dr. Ángel Macciotta Cacho. Educadores egresados de las mejores universidades del país enaltecieron con sus sabias enseñanzas en las aulas de nuestro noble, sagrado y querido COLEGIO SANTA INES DE YUNGAY.

( Extraído de Facebook de Abdon Figueroa, día 04 de setiembre del 2019)

(*) Alumno GUE Santa Ines , prom. 1962

Yungayito

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